Periodismo 2.0

|

El jueves 23 de abril, Julian Gallo dio una conferencia en el auditorio de la escuela de periodismo TEA. En ella, explicó que a su entender, en un futuro no muy lejano el rol del periodista deberá someterse a un cambio evolutivo para mantenerse vigente.

Este cambio implicaría que el periodista profesional, para mantener su puesto de trabajo, deberá saber dominar programas, editores web, ser fotógrafo y ser camarógrafo; ya que según su parecer, la muerte del diario de papel es inminente.

Para explicar su tesis, Gallo eligió una dinámica sucesión de fotografías en las que aparecían menúes alimenticios, y se esforzó en demostrar que Internet ofrece una dieta mucho más variada que los medios tradicionales.
A favor o en contra, se debe reconocer que el cambio realmente existe: que cada día son más los estudiantes y profesionales del periodismo que utilizan Internet como fuente y como medio de publicación.

Julian Gallo en la conferencia en TEA

La comodidad que tienen algunos colegas al emplear el modelo fordista en la producción de información, no debe ser utilizada como idea válida para defenestrar al invitado, que durante toda la charla se dedicó a advertir a quien quiera dedicarse al periodismo que existe más de una posibilidad, y que lo ideal sería llenarse de conocimientos para aprender a manejar las herramientas que hoy en día están disponibles. De no aprenderlas, no se podrá aprovechar el medio digital en un cien por ciento. ”. Adaptarse o no al cambio, queda -como el menú de Gallo- a gusto del consumidor.



El único argumento que tienen quienes critican a Gallo, es confiar en que los distintos gremios de comunicadores saldrán a defender los intereses del periodista tradicional, para evitar que se convierta en un trabajador multifunción al que se denominó “periodista híbrido”.

¿Es posible otro Watergate?

|

El caso Watergate es paradigmático en materia de periodismo de investigación. Bob Woodward y Carl Bernstein lograron desentrañar una serie de irregularidades cometidas por el gobierno de Richard Nixon que desembocaron en la renuncia del por entonces presidente, constituyendo así la única dimisión de un primer mandatario en la historia de Estados Unidos. ¿Sería posible que en la actualidad, en este mundo dominado por los grandes multimedios, saliera a la luz un caso de corrupción como Watergate?
En principio, la independencia del periodista está gravemente condicionada por el medio para el que trabaja. Si el mismo recibe una buena porción de sus ingresos de la pauta oficial, difícilmente saque a la luz un caso por el estilo. La cantidad de información que los diarios y los medios en general publican es ínfima en proporción con la que se guardan. Es decir, la libertad de expresión existe, pero no tanto.
Por otro lado, con la inmediatez con la que se mueven las noticias en la actualidad, suena inverosímil que dos periodistas de un medio como el Washington Post tengan dos años destinados pura y exclusivamente a una investigación, sea cual fuere. En tiempos en los que la información tiene que ser de fácil digestión, para leer al paso, trabajos como estos se hacen prácticamente irrealizables.
Un factor a tener en cuenta en la otra vereda es el rol de la blogósfera y los bloggers; cualquier ciudadano comprometido puede enterarse, casual o causalmente de una información que todavía no salió a la luz. Está en él llevar adelante una labor de chequeo con fuentes confiables y darle difusión por los medios a los que tenga acceso, en este caso su sitio en Internet. Dado que no rinden cuentas económicas ni laborales con nadie, logran una independencia superior a la de cualquier periodista trabajando en relación de dependencia. Quizás, en un futuro sean la ventana a las noticias con más repercusión. Por el momento son sólo reproductores de las que publican los grandes multimedios, aportando una mirada personal crítica – a veces interesante, a veces no- acerca de tal o cual tema. La blogósfera tiene, sin lugar a dudas, un potencial incalculable de crecimiento comunicacional.
En conclusión, resulta difícil pensar en que un caso como “Watergate” pudiera volver a salir a la luz, al menos en Estados Unidos. Cabe la salvedad, ya que en Argentina hay un “Watergate” por semana. A saber: Las coimas en el Senado (cualquier similitud entre “Garganta Profunda” y Mario Pontaquarto no es mera coincidencia) que desembocaron en la denuncia de Carlos “Chacho” Álvarez a la vicepresidencia de la Nación, los escándalos de la era menemista (causa AMIA, las andanzas de María Julia Alsogaray, la venta de armas a Ecuador, entre otros) y, más acá en el tiempo, la ya célebre valija de Antonini Wilson. La diferencia más preocupante es que ningún presidente dio un paso al costado por ninguno de estos episodios. Como diría Fontanarrosa: “mal pero acostumbráu”.

Buscar con Google

Seguidores